Siempre París

Para el cumple de I. pasamos un fin de semana romántico (i.e. sin niños!) en París. No se me ocurre mejor celebración. Sobre todo porque la capital francesa está tan cerca de casa que no cuesta tanto acercarse. Y cuando uno ya "cumplió" en viajes anteriores con los rituales obligados de los turistas (i.e. Torre Eiffel, museos, iglesias, etc.) se puede dedicar a lo que más me gusta hacer en París: deambular sin rumbo. París es, sin ninguna duda, la ciudad más linda del mundo.

Esta vez alquilamos un mini-apartamento por airbnb. Una chambre de bonne, las antiguas habitaciones de servicio. Seis pisos por escalera, pero no nos molestaron. El pisito era encantador y estaba genial ubicado a pocos metros del Marais y el Pompidou. A pesar de ser mini, la cocina era cómoda y estaba muy bien equipada (sobre todo la ventanita desde la que se veían los tejados de París) y nos permitió cocinar allí la mayoría de las comidas (6 de 9 en 3 días); un ahorro enorme de dinero, un bálsamo para el estómago del turista, y además hacer la compra en París es una fiesta. De hecho fue casi lo primero que hicimos.  

Vueling tiene un vuelo a las 6 de la mañana que, sí, madrugas, pero aprovechas el día entero allí. A las 8:30am ya estábamos desayunando en uno de nuestros sitios ya rituales, el Café Charlot de la rue de Bretagne en el 3eme arrondissement.

Curiosamente, la primera vez que fuimos juntos a París con I., en abril de 2004 (esa primera noche me enteré, allí, que estaba embarazada de B.) paramos en otro mini-apartamento precisamente en la rue de Charlot. En aquel entonces el café Charlot no existía; había una panadería. En los últimos años esa parte del barrio se ha puesto muy de moda y el café es una típica y encantadora esquina parisina; como si hubiese estado allí toda la vida. I. se dio el gusto de desayunar la formule completa: café, zumo de naranja, tostadas, croissant, y huevo a la coque (pasado por agua, con esos trocitos alargados de pan levain para mojar dentro). Para empezar fuerte el día. Cómo me gusta que en los cafés de la esquina se pueda pedir té bueno. 

De allí, cruzamos la calle al mercado. Yo venía preparada con mi bolsa de la compra desde casa. El Marché des Enfants Rouges es uno de los mercados más antiguos de París y se llama así porque había un orfanato cerca en el que los niños llevaban uniformes rojos. A la hora de la mañana en que fuimos, había pocos puestos abiertos, pero más que suficientes para armarnos de provisiones que nos duraron toda la estadía. El puesto de verduras tenía, por supuesto, todos productos bio (Francia está a años luz de España en este sentido!). Algunos productos a destacar entre los que compré fueron las cebollas rojas y una verdura de hoja que yo juraría era kale, esa verdura tan de moda en EEUU desde hace unos años, aunque el vendedor me dijo que era wasabi (¿alguien sabe si existe alguna relación entre los dos?; lo hemos investigado pero no nos aparece nada). Y no podía faltar la calabaza potimarrón. 

Enfrente había una pescadería y me di el lujo de comprar algunas vieiras, un favorito mío como ya dije aquí. Esa noche las hice en el wok con cebolla roja, el kale o wasabi o lo que fuera, y arroz tricolor. Un manjar. También sopa de pescado y caballa ahumada. Y tarama, la crema untable de huevas de pescado que me encanta comer sobre tostadas de pan levain de Poilâne

Si bien hicimos la mayoría de las comidas principales en casa, no dejamos de apreciar la escena gastronómica local. Aquí van algunos destacados culinarios que vale la pena visitar si vas por allí: 

1. Rose Bakery
Mi favorito, a donde peregrino cada viaje a París. Hablé extensamente sobre este sitio aquí, después del viaje anterior a París. A estas alturas la inglesa Rose y su marido francés tienen ya tres locales en París; también están en Londres, Tokyo, Seúl, y Tel Aviv. (Vengan a Barcelona, porfa, Rose!). A pesar de su popularidad en aumento, no veo que hayan caído en calidad (suele ser inversamente proporcional). La sopa de verduras y lentejas que tomé yo, el pan casero, la tarta salada con verduras varias que pidió I. (con su característica forma cuadrada; diseñaron ellos los moldes especialmente) y el pastel de zanahoria que pedimos de postre estaban igual de maravillosos que en mi recuerdo. El servicio, a pesar de las largas colas, es lento, como si empezaran cada plato de cero cada vez que alguien pide. Esta vez sólo pudimos visitar la sucursal del Marais, donde dada la demanda, compartimos mesa con un americano y un inglés que vivían en París y alternaban la conversación entre el francés, inglés y alemán perfectamente fluidos. Fans de Rose, ellos también.

El domingo intentamos volver pero cuando pasamos y vimos cómo estaba, no nos apetecía hacer cola e I. se compró una quiche para el avión. Nos reímos mucho cuando vimos que en el local de al lado, unos avispados competidores abrieron un café con concepto semejante al que bautizaron "Plan B". Listos.

Se acaba de editar un nuevo libro de recetas (el primero, Breakfast, Lunch, Tea, es maravilloso) llamado How to Boil an Egg  con recetas basadas en -sí, lo has adivinado correctamente- el huevo como ingrediente estrella. Ya está en mi wish list de amazon (o tal vez para cuando leas estas líneas ya esté en mi cocina). 

2. Maison des Trois Thés
El sitio que no me quería perder este viaje. Mi amor por el té y su cultura ha crecido mucho en el último año o dos, y nunca había visitado este santuario del té chino en Occidente. Creía que Mariages Frères era el summum, ingenua yo. El sábado por la tarde caminamos desde nuestro apartamentito en el Marais hasta la casa de té en la Place Monge. Llegamos, abrimos la puerta, y nos reciben preguntándonos si teníamos reserva. Jamás se me hubiera ocurrido, y miren que soy precavida para estas cosas. Nos dijeron que entonces, absolutamente imposible. Mi desilusión la presenció la tetería entera. Me negaba a irme así, frustrada. La gente seguí entrando y, ingenuos sin reserva, los echaban a la calle. Pero yo no me iba. Me puse a conversar con una de las vendedoras del mostrados y cuando vio que tenía idea de qué estaba hablando, me ofreció ocuparse personalmente de tenernos una mesa lista una hora después. Triunfo. El té en la M3T lo sirven realmente al estilo chino gong fu, antigüedades chinas incluidas para cada mesa. Cuando ves los precios, lo entiendes. O no. Pero aunque tuviera que ayunar el resto de la estadía, me iba a tomar ese té. Y el té -un Beauté Académique número 2, té azul de oxidación media y ligero tostado, no me defraudó ni un poquito. Me quedé hasta el cierre de la tienda, primero con I., luego otro rato sola leyendo y meditando y sirviéndome una y otra vez de la enorme tetera que cada mesa tiene con fuego vivo. Cuando tomas té así, en ese estado de placer, te produce una cierta borrachera. Me ha pasado algunas veces, y esta fue notable. Como una idiota, después de haber desembolsado un pastón para pagar dos tés, no quise comprarme nada para llevar a casa. Así que si alguien viaja a París que por favor me avise, necesito un poco de Beauté Académique. Reconozco que el nivel de elitismo y esnobismo es elevado en la M3T y puede provocar rechazo; a mí tal vez en otro plan me lo hubiese provocado. Pero ese día era para el té. 

3.Téléscope

A Téléscope llegué rastreando los pasos de una fotógrafa neoyorquina que sigo en Instagram, cuyo criterio estético considero impecable. Unos días antes de nuestro viaje vi que ella estaba por París y mencionaba Téléscope como su favorito, el sábado por la mañana hicimos una escapada. La mejor excusa para pasear por los jardines del Palais Royal, zona elegante si las hay. Escondido en una calle pequeña, hubiese sido difícil encontrarlo sin la recomendación previa. "Es un lujo viajar contigo," me piropeó I. a la que llegábamos, feliz de ir a sitios tan especiales sin tener que currarse el research previo. Excelente café (cosa que a mí personalmente no me interesa mucho pero como excepción está bien) preparado muy cuidadosamente, minimalismo y ambiente tranquilo y sorprendentemente local en una zona muy turística.

4. Tokyo Eat
Cuando me quise hacer la simpática y le dije al camarero del café Charlot que habíamos ido directos del aeropuerto al café, me respondió con una sonrisa -excepcional entre el servicio parisino- y me preguntó si estaba en la ciudad para la semana de la moda. Supongo que fue una respuesta simpática; dudo que me haya tomado por modelo, como sugirió mi querido I. El domingo al mediodía, tras un paseo por el Musée du quai Branly, cruzamos el río hasta el Palais de Tokyo y, oh casualidad, nos cruzamos con un evento de Fashion week. Fue divertido ver a la gente desfilando sus modelitos; lo que más nos llamó la antención fue la dificultad para distinguir  fotógrafos de modelos. Dio la hora de comer y la carta del restaurant del Palais de Tokyo nos pareció llamativa y dijimos, por qué no? Nos gustó mucho el ambientillo y la comida estaba muy buena: I. comió un pecaminoso cheeseburger que por tamaño parecía más bien americano, y yo fui un ejemplo de discreción con una sopa de miso con shitake, cilantro y brotes. 

5. NeoBento 
Descubrimiento del último momento del viaje. Genial concepto de comida saludable en porciones y proporciones: una carta reducida con ingredientes frescos, cada bento (12€) tiene 6 pasos y forma una comida balanceada y completa: 3 porciones de verduras ("vitalidad"), 1 de proteína ("construcción"), 1 de hidrato completo ("construcción") y 1 postre ("placer"). Regalan el té frío, del que hay dos opciones (el día que fui, eran Genmaicha y Té del Hammam -té verde, rosas, azahar- de la casa Le Palais des Thés; insisto, qué bien poder tomar tés aceptables en sitios no especializados).  Los más simpáticos de París. Mi idea era comerlo en el avión pero no llegó; me había quedado con hambre después de mi discreta sopa de Tokyo Eat y me senté en un banquito al sol (el primer rayo del viaje!) en el Marais a devorarlo. 

París, te quiero siempre.