Amsterdam, Formocha Premium Tea y Amanda Yiu

Ni bien volvimos de Buenos Aires, I. tuvo que ir por trabajo un par de días a Amsterdam. Me apunté al viaje y quería compartir con vosotros algunas fotos de la corta pero muy aprovechada estadía. ¿Nos gustó? Nos queremos mudar allí. Seguramente contribuyó a este deseo el que nos tocara un clima excepcional para la ciudad: sol radiante y 28 grados. Los holandeses mismos no se lo creían; los locales irradiaban alegría y todo el mundo sacaba el comedor a las calles para absorber los últimos rayos antes del frío.

Uno de los highlights del viaje fue el mercado orgánico del sábado en Noordermarkt (y paseando encontré otro mercado maravilloso muy cerquita en Lindengracht), donde probé el Zeekraal (nombre botánico Salicornia; en castellano alacranerahierba de cristalhierba del jabónlechuguinaspollopolluelo,polluelo ramosososalicor pollo). Muy salada, crece sobre el agua y se añade a las ensaladas para darles un toque gustoso.

Pero sin duda el momento tal vez más especial de todos fue mi visita a Formocha Premium Tea, donde conocí a Amanda Yiu.

Durante el research previo al viaje (que no fue mucho, dado que el viaje fue bastante improvisado) llegué a la página de Formocha, y sabía que me iba a gustar. No me quedaba claro de la web si era una casa de té o sólo tienda, pero de cualqueir manera mi destino del sábado a las 11am estaba marcado. Pero no podía saber que Amanda Yiu, la fundadora y el espíritu de Formocha, me iba a recibir tan generosamente, ni que iba a encontrar en su casa de té (porque aunque ella diga lo contrario, eso es una casa) aún otra verificación de lo mucho que me apasiona el Camino del Té por el que llevo un tiempo buscando.

Me alegró saber que Formocha está ubicado sobre Brouwersgracht, en mi opinión la calle más bonita de toda la ciudad, sobre la que había parado en un viaje a Amsterdam hace unos 10 años (de hecho, justo del otro lado del canal de Formocha). Para Amanda es un nuevo hogar; Formocha se trasladó allí hace tan sólo 6 semanas, tras 16 años a la vuelta de la esquina. El local es amplio y luminoso, con suelo de madera y esos enormes ventanales característicos de países nórdicos (¿por qué en España las ventanas no son así; acaso es para que no entre tanto el sol? ¿no se podía solucionar esto con unas buenas cortinas y darnos a todos la opción de tener más luz en casa?) que en los días de sol hacen que todo brille, especialmente los grandes botes metálicos rojos donde guarda los tesoros de la tienda, las hojas de té que ella misma importa de Oriente.

Amanda viaja cada año a Taiwán y Hong Kong; a su China natal ya casi no va porque allí el té ha hecho un boom y hoy en día cualquiera se autoproclama maestro de té; en Taiwán y Hong Kong, en cambio, el té sigue siendo un negocio familiar, que se traspasa de generación en generación.

En realidad las horas anteriores deambulando por la ciudad fueron apenas una excusa para llegar a las 11 de la mañana, hora en que abre Formocha. Entro a la tienda, de reojo veo una sola mesita, y pregunto si puedo tomar un té. 
"En realidad no somos una casa de té," me explica la bella mujer que me recibe, "pero cuando hay poco trabajo invito a los que vienen a tomar un té."  Amanda me deja elegir entre la mesa de abajo y el entrepiso, donde una mesa bajita y alargada me permite sentarme sobre unos cojines a ras de suelo. Elijo este espacio, Amanda invita a ponerme cómoda y en el suelo lo estoy. Acostumbrada a los rituales de mi propia casa, le pregunto si me tengo que quitar los zapatos.

"Como prefieras; aquí no tengo reglas estrictas."


Y con esto me instalo durante dos horas durante las que: tomo té sin prisa y sin pausa. Amanda elige para mí un Yun Wu Cha, té verde orgánico, pero en medio me sube una tacita del Osmanthus Oolong que están tomando dos clientes que ocupan la mesita de abajo. Junto con el té me trae dos pequeños boles; uno con frutos secos salados, el otro con un fino gajo de naranja caramelizada bañada en chocolate (¿¿¿¿cómo lo sabía???? En muchas teterías excelentes me quedo con ganas de mordisquear algo junto con el té, algo pequeño -a veces salado, a veces dulce, según el té y mi humor. No sé si servir el té a secas será para que uno pueda degustarlo con el paladar limpio...Desconozco si hay motivos técnicos pero el té va bien acompañado! Y poder elegir entre dulce y salado, qué detalle.).

Me despliego (libro, cuaderno de notas e incluso, cuando se hace la hora de comer, un maki vegetariano del Noordermarkt para el que Amanda me da un plato y servilleta), y, lo más importante, charlo intensamente sobre el té y la vida con Amanda. 

"Muchas personas no entienden lo que hago," dice Amanda. "Me preguntan por qué no hago más publicidad. En realidad es muy poquita la gente que realmente disfruta del buen té de verdad. Todo se trata de lo que está adentro de esas latas: del té. Por eso no vendo demasiada vajilla de té; intento centrarme sobre todo en el té en sí, en la hoja."
Tanto es así que al final de mi visita, tan agradecida por su generosidad, quiero comprarle té y alguna cosita más a Amanda. Miro con cariño un bol de cerámica hecho por un artesano local, para enfriar el agua y servir el té. Me llevo 50 gramos del Yun Wu Cha pero ella me convence de que si no necesito el bol, no lo compre. 

Amanda aprendió el arte del té de su padre, un maestro de té bastante estricto, a diferencia de ella. De hecho, Amanda empezó de mayor, porque de pequeña no la dejaban ni acercarse a la mesa de té, que era cosa de hombres. Y sigue siendo un mundo masculino: Amanda me cuenta que el 90% de los amantes de té chino siguen siendo hombres, cosa que yo nunca había notado.

"Si vas a cualquier tienda de esas que venden tés de calidad inferior muy aromatizados, el 80% de su clientela son mujeres. Pero aquí vienen ante todo hombres. No sé, tal vez el ritual del té los relaja."

Expreso mi sorpresa ante la estadística, pero Amanda me fuerza a observar: "¿Acaso no te diste cuenta de que eres la única mujer cliente que ha entrado en toda la mañana?" Es cierto, cosa que fortalece la conexión que siento con esta mujer del té que ha tenido que ir abriéndose camino a contracorriente, con empeño y esfuerzo."Cuando empecé a recibir más atención en los medios, a algunos les pareció una idea romántica eso de abrir una tienda de té. Pero no se imaginan todo el trabajo que hay detrás." 

Amanda será una mujer haciéndose hueco en un mundo de hombres, pero a mí me fascinaron sus cualidades más femeninas. Su estilo, elegante y sencillo a la vez que cuidado y coqueto: la figura menuda, el cutis limpio e impecable realzado por el pelo recogido hacia atrás. Un simple vestido negro con dos flores grandes pero también negras, combinado con una chaqueta de hilo de seda amarilla. Anda descalza por la tienda como por su casa, se sienta conmigo en el suelo habiendo desechado unas sandalias de plataforma verdes en un rincón por ahí. Mientras paso el rato, un aroma a pastel de chocolate empieza a invadir el local. Amanda tiene una cocina completa escondida detrás de una cortina de bambú en el entresuelo. Mientras leo y escribo ella va y viene y la oigo moviéndose rápidamente detrás de la cortina. Se está preparando para un evento privado para 40 personas al día siguiente.
"Me gusta cocinar algo para los clientes que vienen en fin de semana." 

La mañana siguiente, pasamos en bici por el Brouwersgracht y como vi la puerta semiabierta y su gran perro haciendo guardia, toqué timbre ("vi luz y subí", ignorando si era un faux pas cultural, si le iba a resultar invasivo que cayera así, un día en que la tienda no abría). No quería dejar de compartir ese lugar tan especial con I. La fanática del té soy yo, sí, pero quería que él lo viera, y ella lo comprendió perfectamente. Con aún otro gesto de su generosidad, Amanda aprovecha mi segunda visita para regalarnos un paquetito con más té, esta vez elegido por I., un té blanco Silver Needle orgánico. Compramos estas dos tacitas hechas por un ceramista belga.

El rato que pasé en Formocha con Amanda me hizo saber que tengo un hueco al que regresar en una ciudad que me encanta. Amanda, te espero en Barcelona para tomar té juntas!