Carnivorismo y salud?

Hace unos días di un taller de cocina sana de invierno. Como siempre, me dio mucho gusto poder transmitir un poquito de lo que entiendo por comer sano a personas que recién empiezan a pensar en esto. Me encanta ver cómo de repente se plantean cosas nuevas, que nunca antes habían pensado (como por ejemplo: ¿qué alimentos me darán el calor interior que necesito en esta época? ¿cuáles me quitarán energía y calor?). 

Un par de días después del taller una de las chicas que vino me hizo una pregunta muy interesante y le dije que me parecía tan importante que se lo respondería a través de aquí. Ella quería saber si uno puede comer sano sin dejar de comer carne. Me explayaré un poco pero te adelanto, querida Tamyko, que la respuesta es que sí, por supuesto. 

Yo creo que uno de los factores más importantes para llamar sano a una manera de comer no es sólo los alimentos en sí que elijo comer, sino su calidad. Por ejemplo, no es lo mismo elegir un jamón de Mercadona elaborado y envasado industrialmente, con un montón de conservantes y químicos añadidos, que el jamón que compro para mi familia a Xavi de L'Hort de la Carmeta, elaborado a pequeña escala y artesanalmente, siguiendo los criterios de la certificación ecológica. 

Además, a pesar de lo que podemos concluir cuando leemos cosas como el reciente Eating Animals de Johnathan Safran Foer (un joven novelista americano que al tener su primer hijo se puso a indagar en el tema de la carne -tanto su filosofía como la práctica en la cadena alimenticia. Foer llega a la conclusión de que no podía comer más carne, por motivos tanto éticos como de salud.), creo que el vegetarianismo no es para todo el mundo. Yo me siento muy bien sin la carne, pero tal vez tú no. 

Annemarie Colbin, la fundadora del Natural Gourmet Institute, la escuela donde estudié este verano, lo cuenta muy claramente en su libro Food and Healing (traducido al castellano como El poder curativo de los alimentos), a través de una vivencia personal: su marido y ella eran ambos convencidos vegetarianos, ella se sentía bien y podía funcionar así, pero el marido estaba cada vez más débil, casi enfermo, sin fuerzas ni energía para encarar el día a día, hasta que tuvo que aceptar, muy a pesar de sus convicciones y creencias (y a veces, sobre todo al principio, cuando nos subimos al carro del comer sano es difícil no ser un chauvinista del vegetarianismo), que tenía que incorporar una cantidad de proteína animal a su dieta cotidiana. 

Moraleja: no hay una única dieta uniforme "correcta" para todo el mundo, sino que cada uno tiene que aprender a entender qué alimentos son los adecuados para las necesidades que tiene, determinadas tanto por su constitución (heredada, genética), como por su tipo de vida (no tendrá las mismas necesidades un monje budista que medita sentado todo el día, que un atleta de triatlón; ni las tendrá alguien que vive en el campo trabajando la tierra, que alguien que vive en una ciudad y trabaja todo el día sentado frente a un ordenador). 

El desafío está, pues, en reaprender (porque debería ser algo instintivo, ¿no? pero es una capacidad que hemos perdido en gran medida) cuáles son esas necesidades y qué alimentos las satisfacen mejor. 

Dicho esto, yo sí les doy carne a mis hijos (a mi hija Olivia, sobre todo, le encanta la carne, un poco a mi pesar) y aún así considero que ellos comen muy sano. Eso sí, procuro comprar la carne siempre a productores que me dan confianza, para estar tranquila de que la carne que les estoy dando no está atiborrada de antibióticos y hormonas (Biospace es un buen sitio en Barcelona para comprar carne ecológica). 

Espero haberte estado a la altura en mi respuesta, Tamyko, ya me dirás. 

La receta de hoy es bien invernal, para aprovechar todas las verduras de raíz que están de temporada. Es una de las que hicimos en el taller de cocina sana de invierno. Aquí la hicimos con zanahoria y chirivía (una verdura nueva para algunos de los asistentes al taller) pero se puede usar casi cualquier verdura de raíz. En el taller les enseñé cómo usar las especias para que den el máximo de fragancia: hay que tostarlas en seco un poco y luego molerlas en un molinillo de especias (tipo molinillo de café) o mortero. 

Zanahoria y chirivía caramelizadas al horno con semillas de hinojo

  • 600 gramos zanahorias
  • 600 gramos chirivía
  • 2 cucharadas melaza u otro endulzante natural
  • 2 cucharadas aceite de oliva
  • 2 cucharaditas semillas de hinojo, un poco tostadas en seco y luego molidas
  •   sal y pimienta

Precalentar el horno a 190ºC.
Pelar, lavar y cortar las zanahorias y chirivías en tiras largas elegantes y colocar en una bandeja de horno. 
Agregar la melaza, el aceite, y las semillas de hinojo (previamente tostadas y molidas), y la sal y pimienta, y mezclar un poco con las manos.
Asar durante 40 minutos o hasta que estén tiernas y doradas.