Mi Barcelona, segunda parte

Segunda parte de este post que colgué hace un par de semanas...

8. Mescladís. Conocí Mescladís y a su fundador Martín apenas se abrió el local original en la plaza St. Pere, y cada vez me siento más identificada con su proyecto. Mescladís es un restaurante pero también es una escuela de cocina y sobre todo es un proyecto de integración social a través de la comida. Como en ningún sitio allí creen en la comida como expresión de una cultura, y como herramienta para vencer barreras y aproximar culturas entre sí. Hace poquito abrieron el precioso Espai Mescladís en el Pou de la Figuera, donde funciona un bar-restaurante pero también una escuela de camareros. La comida de Mescladís es un fiel reflejo de su proyecto, con platos representativos como empanadas sudamericanas, o tagine marroquí. También ofrecen talleres para pequeños y grandes (algunos en colaboración con desayuno con guisantes!). 


9. Cervecería Catalana. Este sitio siempre me hace pensar en mis padres; es donde más les gusta ir a comer cuando vienen de visita a Barcelona desde Argentina. Seguramente porque, a pesar del nombre (las tapas no son precisamente una costumbre catalana) es uno de los pocos sitios de la ciudad donde se pueden comer buenas tapas. Nuestros favoritos: la brocheta de langostinos y las láminas de alcachofas fritas. También le gusta mucho a mi hija Olivia. 


10. Shunka y Koy Shunka. Repito: adoro la cocina japonesa. Shunka y Koy Shunka, ambos escondidos en callejuelas cerca de la Catedral, tal vez sean los mejores japoneses de Barcelona. 


11. La cuina d'en Garriga. Un sitio para comer ligero y de calidad al mediodía cuando estoy en el centro trabajando. A veces nos citamos ahí con I. Cocina elegante, local y de buen gusto (en todos los sentidos). Recientemente reformado, añadieron sitio para algunos comensales más, pero me sigue gustando la mesa comunal. Me gusta cuando los sitios están atendidos por sus dueños, y ves que realmente les importa lo bueno. 

12. Federal. Una de las mayores carencias de esta ciudad, a mi entender, son los cafés. Y cuando abren un café me ilusiono, pero lo que aquí llaman café sigue estando lejos de mi ideal de café. Para mí un café es un sitio donde puedes no sólo tomar té o café buenos, sino también comer alguito durante todo el día. Y sobre todo es un sitio donde puedes llevarte tu ordenador y estar tranquilo durante rato sin que te sientas observado semi-agresivamente por los camareros; en un café estás en tu derecho de quedarte lo que te haga falta. Los sitios así existen en Estados Unidos, en Alemania (en Berlín recuerdo haber alucinado con el ocio generalizado; esto es primer mundo, un país donde todos los cafés están repletos de gente tomando, comiendo y haciendo ocio a todas horas), en Buenos Aires, pero no en España. Federal tal vez sea uno de los que más se acerca (y me encanta poder tomar Kombucha o tostada con aguacate allí), pero tampoco lo consigue del todo. Animo a algún emprendedor que lea estas líneas a intentar construir algo así en Barcelona. Yo lo frecuentaré, prometo. Federal es de los pocos sitios en la ciudad que sirve brunch los fines de semana (otro, que no he probado aún, y está al lado de mi casa, es Picnic), si es que consigues sitio.

13. Quimet i Quimet. Otro clásico tradicional, en un barrio que está en alza. Montaditos y tapas de primerísima calidad. No soy muy bebedora de alcohol, pero los entendidos dicen que es un sitio maravilloso. Eso sí, hay que estar preparado para quedarse de pie y muy apretaditos; el local es ínfimo y siempre está abarrotado de gente. Parte de su encanto. 

14. Els Pescadors. Comer en la terraza de este restaurante es hacer de cuenta que estás de vacaciones en un pequeño pueblito de pescadores. Escondido en una placita entre Poble Nou y Diagonal Mar, Els Pescadors tiene pescado y marisco de excelente calidad. Un secreto fuera de carta, que sólo te dan si les caes bien: las raspas de anchoa. Las descubrí allí y ahora las hago en casa también. Calcio puro, crocante y saladito. A los niños les encantan. 

15. Dos palillos. Es mi sitio favorito para celebraciones en pareja (mi última comida de cumpleaños fue allí, me gustaría que este que se acerca–mañana!–también lo sea). Todavía lamento que hayan cerrado Foodball, el local de Camper de sushi mediterráneo, pero lo que han puesto en su lugar no está nada mal. El concepto de platillos pequeños, con gran influencia japonesa, y de calidad extraordinaria, me va. Uno de los problemas que siempre encuentro comiendo fuera es que las raciones me resultan muy grandes (me gusta comer porciones pequeñas, muchas veces por día), y el doggie bag no está muy explotado aquí todavía (en Estados Unidos los platos son ridículamente grandes pero siempre aseguras otra comida con los restos). Los platillos del Dos palillos no son problemáticos en este sentido. A la carta es carito, pero el menú de mediodía tiene una excelente relación calidad-precio. Y me gusta mucho comer en la barra de fuera.