Llevaba unos días con las digestiones muy pesadas y sin tiempo para prepararme comiditas lentas, calentitas y ligeras. Noviembre fue un mes intenso a todos los niveles. Finalmente, un miércoles inesperado, se me canceló una cita y lo conseguí: un hueco al mediodía que me permitió pasar el rato que hacía falta cortando bien pequeñas cada una de todas las verduras que tenía en la nevera. Quería sopa, estaba claro. Como dije aquí, no hay comida más reconfortante en momentos de estrés y frío. Ya es vox populi que soy fan del bol y la cuchara (y más aún cuando se trata de un bol y una cuchara especialmente bonitos).
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